viernes, 4 de abril de 2014

Extraños

Era un día de sol extraño
heredero de esas noches
locas
que amanecen a media tarde
con los muebles
como cambiados de sitio.

Algo se mareaba en el estómago
y a la memoria le faltaban trozos.
Tú tenías
la cabeza hundida en la almohada
y un brazo agarrado a mi pecho.
Yo, las piernas enredadas en tu cuerpo.

Era, definitivamente,
uno de esos días locos, raros,
demasiado nocturnos.

Yo, fuera de lugar,
como un regalo absurdo.
Tú, con esa mirada ciega,
con cierto aire de perdido.
Los dos descubiertos
inesperados.

Fue uno de esos días
sin nombre
con los que nunca empiezan
las historias bonitas.
Por eso, nunca celebramos
la noche que nos besamos y
nos inventamos otra,
una,
mil,
cada día,
a cada rato.

No hay comentarios: