El misterio de las mañanas
sigue prendido
en el borde de las sábanas.
Y ellas me hablan de ti
en su susurro
lleno de te quieros
y fracasos
que rebotan en las costuras
cerradas
de nuestras bocas.
Retumban
el eco y el silencio.
Todo
resuena aún.
Lo sé. Pero
lo siento.
Ya no me quedan sábanas
limpias.
Todo
es soledad y olor
a miedo,
reproches sin verbos,
presente continuo.
Todo
tiene el sabor de la sangre
tiene el sabor de la sangre
de las batallas perdidas.