Mis manos derraman tinta
aquí y allá
llenándolo todo
de manchas asonantes
de rimas inciertas
y papeles estropeados
que salpican el suelo.
Son mis manos las que piensan
las que vierten
sus tonos grises
sus gritos negros
sobre los silencios rotos
teñidos de papel en blanco.
Son mis renglones torcidos,
los que escondo
desde hace años
para que nadie los mire
por encima del hombro.
Son mis palabras
jamás pronunciadas en alto
las que me hacen sentir
en casa,
permanente,
a través de esas manchas sonoras
que escupen mis manos.