Llegó con aires de invierno
prendidos en las solapas
y el frío cuajó el reloj
en el tiempo indeciso,
en un minuto tan solo,
en un instante.
Entonces se abrieron los ojos
pesados
y tristes
derramando legañas de recuerdos.
Rompió el cristal de fuego de un solplido
tumbó sus esquinas ásperas
y construyó vidrieras
con los restos,
en un roce diminuto y escaso.
Creó el mundo
en una burbuja
eterna y limitada
dentro de un cuerpo
con demasiadas ausencias.